Aprendizaje,  Desarrollo Personal,  Lecturas

Madurar es aprender a vivir

La mayoría de las personas tiene miedos muy claros; Algunos le temen a la muerte, a envejecer, a las arañas, las serpientes, los payasos, y un sin fin de miedos irracionales o producto de algún trauma. Son miedos que de una u otra manera nos paralizan o nos hacen reaccionar precipitadamente.


Hoy te quiero confesar mi mayor miedo… Le temo sobremanera llegar a una edad adulta y no tener ganas de vivir, ningún sueño por cumplir o no haber cultivado un propósito que me haga levantarme de la cama todos los días con el mismo entusiasmo.


No me importa tanto la muerte, sino la vida. Y sé que estoy en contraposición de la mayoría, porque hoy en día la gente le preocupa más como lo ven los demás, les preocupa la ropa, el botox, los “éxitos” acumulados y bienes materiales adquiridos. Yo me preocupo por si me voy a sentir bien conmigo misma, por si me voy a gustar y sentir orgullosa de lo que soy. Al fin y al cabo es lo que siento me dará la paz y la plenitud verdadera.


“…La verdadera alegría de la vida es ser una fuente de prosperidad en lugar de un pobre desgraciado desasosegado y egoísta lleno de achaques y quejas, que se lamenta de que el mundo no se consagre a la tarea de hacerle feliz”.

Angela Duckworth citando a George Bernard Shaw en su libro GRIT

Este miedo vino a mi hace unos cuantos años, cayó como una bomba atómica que vino a cuestionar todo lo que hasta el momento creía, fue un momento de esos como en las películas cuando ves pasar toda tu vida y te imaginas tu yo futuro.


Estaba una tarde llegando a visitar a mi abuelita, en el correspondiente saludo le pregunté cómo estaba. Su respuesta enmudeció mi conversación y me dejo tiempo fuera unos cuantos minutos. Su respuesta en un tono muy desolador fue: – Aquí, esperando la hora de mi muerte…


Todo el resto del día y a partir de ese día no hacia sino pensar, ¿Qué tiene que pasar en mi vida para que yo piense de esa manera? ¿Qué tengo que hacer hoy para que esa desilusión no llene mis últimos días?


Me llegaron múltiples ideas a la cabeza, de lo que tenia que hacer y de lo que no, después de eso me prometí a mi yo del futuro que todo lo que hiciera hoy no iba sino a enorgullecerle. Que iba a cultivar pasatiempos, que iba a tener sueños, que iba a hacer todo cuanto pudiera por vivir una vida digna de ser contada a mis nietos.


Leyendo a Brian Tracy, el escritor que hoy ha estado muy en boga por sus frases del seminario Phoenix, que hoy abunda en las redes sociales, aprendí que el autoconcepto es determinante para una vida plena. La forma en que uno piensa de sí mismo, se siente consigo mismo y se ve a sí mismo es el punto de partida para hacer cambios coherentes y consistentes que proyectaran la verdadera imagen de lo que somos.


“La persona que ves es la persona en la que te convertiras”.

Brian Tracy

Hablando de Tracy, tengo que recomendarte que si o si leas este libro que te dará mucha perspectiva y guía con relación a la motivación.



Un ejercicio que les hacemos a nuestras hijas frecuentemente es preguntarles ¿Cómo se ven en cinco años? La gente común vive de sueños, de ilusiones, de metas, vision boards, de esperanzas. Sueñan con que algo suceda, bien sea por intercesión divina o por osmosis, algo que cambie las reglas del partido y las ponga en una situación soñada. Por ningún lado las ves haciendo o cumpliendo planes para llegar a ese ideal.


Y a decir verdad no es culpa nuestra, es culpa de la romantizacion con la que nos han vendido el futuro, un futuro libre de culpa, de dolor y lleno de aciertos. Por ejemplo; Todo el mundo habla de la película el secreto, y creen que todo lo que tienes que hacer es desear. O algunos religiosos también dirán todo lo que tienes que hacer es orar, y si las cosas no salen como lo pediste, es una respuesta divina porque estabas pidiendo algo que no era.


Debo acotar que por ningún lado nos animan a accionar. Y como seguimos el manual no hacemos absolutamente nada para cambiar nuestra realidad. Así pasa el tiempo y cuando nos damos cuenta comenzamos a vivir en los “hubiera” y en la critica obsesiva de todo el que venga con frases motivadoras que nos recuerden o nos machaquen aquello por lo que estamos inconformes y aun no nos damos cuenta.


¿Qué como sé todos estas fases? Pues porque las viví. Pero afortunadamente sigo en el camino y comprendí una verdad del tamaño de una catedral.

“Hasta que no aceptas la responsabilidad, sigues siendo un niño. Sigues echándole la culpa de todos tus problemas a alguien más. Cuando cruzas la raya y aceptas la responsabilidad, te conviertes en adulto por primera vez”.


Y ¡zas! recordándome eso a diario me muevo y acciono. Sé que a algunas personas les pesa la vida, y aseguran que las responsabilidades adultas son un yunque. Yo te diría que depende de cómo lo enfoques. Ser adulto no es trabajar para pagar las cuentas, consumir alcohol y entrar y salir de casa sin dar explicaciones. Ser adulto implica hacerte cargo de tus emociones, de tu mentalidad y hacer lo que tengas que hacer aún y cuando no tengas ganas, porque sabes que eso va a sumar a un propósito de vida mucho mayor del que puedes ver hoy.


Aprender a vivir no es algo que viene dado por la edad, sino mas bien por la claridad con la que vivimos las experiencias, con la determinación con la que asumimos nuestras responsabilidades y con la disciplina con la construimos diariamente nuestro futuro.


Afortunadamente nunca es tarde para aprender a vivir.


Nos vemos en el camino.

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