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En la vida el orden si altera el producto

Tengo una amiga muy querida que hace poco estaba atravesando una situación compleja con su mascota, ella vive sola con su mascota y de un tiempo para acá su mascota se muestra esquiva, malhumorada y ha padecido varios malestares de salud con su piel y estomago.

Toda esta situación la tenia un poco sacada de onda. Ella es una mujer hermosa, inteligente e independiente. Aunque sufre de ansiedad, depresión y ataques de pánico que en ocasiones la han dejado fuera del juego por largo rato.

Finalmente pudo traer su mascota a casa y dedicarse a su cuidado. Cuando fui a visitarla ella estuvo todo el tiempo como una madre dedicada y atenta a las necesidades de su perrita. Me contó con asombro que el diagnostico final del veterinario es que su mascota padece de estrés, y es tan fuerte que de continuar así el medico no le daba muchas esperanzas de vida.

Me mire en sus ojos y sentí compasión por ella, porque quienes tenemos hijos experimentamos el dolor de nuestros hijos más profundamente. Y para ella su mascota más que su compañera es como un hijo muy querido.

Al escuchar ese diagnostico todos piensan que es un chiste, pero yo la mire y le pregunté: – ¿Ya sabes porque tu perrita esta estresada?

Y aquí va el primer hecho. Como sociedad todos pensamos en paliativos, en diagnósticos y remedios, pero rara vez nos detenemos a identificar las causas que nos generan los síntomas, y mientras no suceda no hay cura. Un remedio alivia el síntoma, pero mientras la causa sigue actuando resulta imposible mejorar.

Y esto aplica para todo en la vida, en las relaciones, en el trabajo, en la amistad, en la salud, etc. Si algo va mal, nada de lo que podamos hacer puede cambiar los resultados. La única solución posible es identificar la causa real y cambiar las acciones para obtener resultados diferentes.

Al escuchar mi pregunta mi amiga se sintió desorientada, pero en su rostro también había temor e incertidumbre, era una mezcla de sentimiento e impotencia, pero también estaba despertando en ella una idea que la trastocaba, una idea que por rara que pareciera la señalaba como la enfermedad y la cura.

Al verla en ese proceso de atar cabos le dije: – Ya sabes que siente una madre al perder un hijo, no es el dolor de la perdida lo que quema y arrastra, es la culpa de no haber hecho algo diferente.

Cuando tenemos hijos sean sangre de nuestra sangre o no, son una extension nuestra, confían en nosotros, aprenden nuestro idioma, emulan nuestras emociones, ven el mundo a través nuestro, si esa mirada nuestra les trasmite caos, dolor, sufrimiento, crecerá con la certeza de que el mundo es eso, porque para ellos nosotras somos su mundo.

Hace unos cuantos años descubrí todo esto mientras vivía momentos difíciles de la maternidad. Yo tan estructurada, la mujer que le pidió un manual de instrucciones al pediatra el día de la primera consulta, se había cansado de arar en el mar, y mi interés de comprender para hacerlo todo correctamente no llegó sino hasta que tenia el agua al cuello.

Como una luz al final del túnel me decía a mi misma; Si tu eres la adulta aquí, y esta criatura es tu aprendiz ¿Qué tienes que hacer diferente para que ellas tengan resultados diferentes?

Yo entendí y acepte que estaba hecha un caos, en total desequilibrio y todo mi estrés, era percibido por ellas y lo expresaban de la manera que sus pequeñas consciencias les instaban a hacerlo.

Tome la decisión de intentar algo diferente, iba a alterar el orden de los hechos, por primera vez no iba a culparles ni a tratarlas a ellas, sino que iba a tratarme a mi, me decidí por el camino largo pero seguro, no vería el producto de manera inmediata, pero era lo único que podía hacer para encontrar la cura.

Con el tiempo todo comenzó a fluir, las cosas cambiaron y en la medida en la que yo enfrentaba mis problemas y emociones con madurez, en esa medida veía como mis hijas gestionaban mejor sus impulsos, su sistema inmunológico se mantenía firme y su salud mental y emocional era cada vez mejor.

Allí descifre uno de los algoritmos mas importantes de la vida. La ecuación no es como la venia ejerciendo, sino como la plantea Michel Domit en su libro.

Ser » Hacer » Tener

Todos buscamos tener dinero, éxito, una familia perfecta, amor. Y se nos va la vida haciendo cosas para conseguirlo, quienes lo consiguen se encuentran con el dilema de que siguen siendo infelices porque les falta algo.

Les falta el SER, lo principal y lo único que nos llevaremos al final del viaje. No nos llevaremos lo que tuvimos, pocas personas reconocerán lo que hicimos, pero todos nos recordaran por quien fuimos en sus vidas, por aquello que entregamos como legado, por lo que dimos a otros con nuestra presencia.

Aplicando esta ecuación de la manera incorrecta no solo vamos agotándonos y frustrándonos en el camino, sino que también vamos dejando un estigma que traspasa generaciones, así sin aprender a ser unas buenas cuidadoras traspasamos esta creencia y manera de ver la vida de generación en generación.

Esta ecuación me sirvió de mucho para entender otros procesos de mi vida, no podía tener un buen matrimonio si no trabajaba en ser la compañera ideal, no podía tener un negocio prospero si no me convertía antes en la empresaria preparada y con el impulso necesario para llevar las riendas de una empresa, no podía tener una vida equilibrada y ser feliz si primero no aceptaba y trabajaba en mi actitud y mis creencias.

Puede que en las matemáticas el orden de los factores no altera el producto, pero en la vida el orden que determines en tu camino si será determinante para conseguir tu producto deseado.

Nos seguimos encontrando en el camino 😉

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